El décimo aniversario de los ataques del 11 de septiembre de 2001 se aleja velozmente. Tan rápido como, al día siguiente de la conmemoración -y estando esta más que fresca-, la prensa estadounidense tuvo que dar una vuelta de página obligada por las novedades de la ardua coyuntura económica. Las noticias no son, precisamente, halagüeñas: el 12 de septiembre trascendió la seria intención del Gobierno de Barack Obama de reducir el déficit aplicando recortes al gasto en los programas de salud (Medicare y Medicaid) que brindan cobertura a los sectores desfavorecidos.
Y así y con altibajos, cada jornada trae su mala nueva económica desde la crisis financiera de mediados de 2008. Louise Story conoce perfectamente el paño porque, pese a su juventud (30 años clavados), le ha tocado hacer periodismo de alto voltaje en Wall Street para The New York Times, el diario más célebre del país (con perdón de The Washington Post). Es decir, narrar el estallido de la burbuja inmobiliaria y la consecuente sucesión de salvatajes a entidades financieras intercaladas con la magnífica quiebra de un gigante como Lehman Brothers.
Resulta ineludible apuntar que la redactora de la sección de Negocios entrevistada por LA GACETA lleva un apellido muy periodístico: "story", en inglés y en el contexto de referencia, significa "informe". Así, el "front story" de la lengua de T.S. Eliot equivale al "tema o reportaje de tapa" del idioma de Cervantes.
La casualidad semántica se corresponde con una periodista educada en las universidades de Columbia y Yale que, en el terreno de la opinión, dice lo justo y necesario remitiéndose rigurosamente a los hechos que configuran el convulsionado escenario económico. Así, Story asegura que los tumbos del mercado bursátil obedecen a un combo de circunstancias y no sólo a la incertidumbre. Por un lado, apunta a las transacciones electrónicas (la posibilidad de comprar y vender acciones con un clic del ratón) y, por el otro, a la información en tiempo real. "La misma noticia que hoy pulveriza a los mercados globales en cuestión de horas antes hubiese tardado al menos dos días en impactar en Wall Street", compara subrayando la extraordinaria velocidad de las cosas.
Según Story, los inversores que quieren proteger su capital de dramas bursátiles -como el ocurrido el jueves pasado- buscan refugio en los bonos del Tesoro estadounidense, en el oro, en Suiza, en Japón y en las alternativas que ofrecen los países emergentes. La aversión al riesgo, en cambio, cunde entre los pequeños ahorristas, que han decidido echar mano a una costumbre bien argentina: "dormir" sobre el capital acumulado. "Los estadounidenses han comenzado a guardar el dinero debajo del colchón", revela la periodista en una pequeña sala de la inmensa e intimidante sede de The New York Times.
-Los mercados van de sobresalto en sobresalto. ¿Qué está ocurriendo?
-En agosto y lo que va de septiembre, la Bolsa ha funcionado de un modo atípico. Nunca antes tuvimos cuatro días seguidos de alzas mayores al 4% y luego de pérdidas mayores al 4%. No es común que el mercado se mueva en direcciones opuestas de una jornada para la otra. En la década de 1970 era más común que un día el mercado cerrase con una ganancia del 2% y, al día siguiente, terminase con pérdidas de la misma dimensión. Pero las diferencias mayores del 3 o 4% con 24 horas de diferencia son mucho más comunes hoy que antes. Y no se sabe bien el porqué de este comportamiento. En él incide sin duda la informatización del sistema de compra y venta de acciones, y la rapidez con que circulan las noticias. Los operadores reciben la información en sus teléfonos celulares, en tiempo real, y mueven millones de millones de un lado a otro oprimiendo un botón. A esto se suma la preocupación por la recesión, y por los problemas políticos, económicos y monetarios de Europa. Los temores influencian todas las decisiones financieras y de negocios; muchas compañías han congelado sus planes de inversión o expansión hasta tanto mejore el panorama. Esto significa que no contratan más gente ni construyen nueva infraestructura productiva.
-¿La situación supera a los Gobiernos?
-Los presidentes pretenden levantar el ánimo de los capitalistas con anuncios positivos. (El mandatario francés Nicolás) Sarkozy, por ejemplo, aseguró hace poco que habrá ayuda para la crisis de los países de la Eurozona y, de inmediato, la bolsa reaccionó bien. Pero sabemos que aquello no es suficiente ni duradero: el malhumor volverá a sentirse en los mercados si al día siguiente aparece una mala noticia, por más pequeña que esta sea.
-La debacle financiera de 2008 fue atribuida, en cierta medida, a la irresponsabilidad, y excesiva codicia de banqueros y ejecutivos de Wall Street. ¿Qué ha pasado con este reproche?
-Ningún actor relevante del mercado financiero ha sido juzgado por los hechos que produjeron aquella crisis. En su momento algunos de ellos fueron a dar explicaciones al Congreso; los legisladores los sometieron a un duro interrogatorio, pero esto no puede ser considerado un castigo ni una humillación. Aún no sabemos si hubo fraude o negligencia, no hemos visto demasiada investigación ni casos en los Tribunales. Desde luego, la crisis no ha enviado a la cárcel a ningún ejecutivo de las principales entidades financieras. Con ello no estoy diciendo que estos deban ser condenados: quizá no hubo ningún aprovechamiento ilegal, quizá todo fue un gran error y nadie tuvo la culpa de lo que pasó. Sí hay demandas privadas, por ejemplo de ex clientes de Lehman Brothers que han recurrido a la Justicia para reclamar su dinero? Entre 2008 y 2009, el Gobierno y la Reserva Federal optaron por no presionar a los bancos. Un poco se impuso la idea de que el sistema estaba muy débil y que no era conveniente golpearlo más. Y tal vez allí se perdió la oportunidad de conseguir las pruebas que podían incriminar a ejecutivos.
-El Gobierno hizo todo lo que pudo por salvar a las entidades expuestas a activos tóxicos como las hipotecas subprime?
-La intervención del Estado para evitar quiebras ha generado una gran preocupación respecto del futuro. Los defensores del libre mercado dicen que, si la empresa no hizo las cosas bien, debe quebrar porque, de lo contrario, el resto de las compañías recibe el mensaje de que puede contraer grandes riesgos sin pagar las consecuencias. Pero, cuando llegó la oportunidad de aplicar esa teoría, muchos expertos opinaron que había que hacer algún salvataje con recursos públicos para evitar daños sistémicos. Nunca sabremos si ese peligro existía o no, pero sí sabemos que, cuando se decidió detener una quiebra con dinero del contribuyente, se creó un antecedente y no estamos seguros de si los banqueros no seguirán especulando con este último recurso.
-A mediados de 2008, los políticos decían que había que aumentar la regulación del mercado financiero. ¿Se ha avanzado algo en este sentido?
-Una ley se aprobó hace exactamente un año y hay otras propuestas dando vueltas. Los legisladores trabajan en otros proyectos, pero la sensación es que esos nuevos instrumentos legales no serán sancionados básicamente porque, en el presente, no es posible destinar parte del presupuesto para aumentar el control estatal sobre el mercado financiero. El Congreso, además, tiene otras prioridades.
-Como el endeudamiento y el desempleo? Cuando Obama llegó al poder, se pensó que empezaba un período de optimismo. Pero dos años y medio después, esa atmósfera se ha esfumado. ¿Qué pasó?
-La economía no ha mejorado en este tiempo y las proyecciones anticipan que el índice de desempleo seguirá alto hasta 2017. Eso es muchísimo, sobre todo para la gente que no trabaja desde hace 24 meses. El sector inmobiliario sigue cayendo, lo mismo que el producto bruto interno. No se puede ser optimista en circunstancias tan adversas. Tampoco me parece prudente descargar la culpa sobre una sola gestión: las raíces de la recesión vienen de más lejos. En Estados Unidos, republicanos y demócratas toman muchas decisiones juntos. Entre 2008 y 2011 ha cambiado el color de la Casa Blanca, pero también el del Congreso, que al principio era afín al oficialismo y, desde el año pasado, está dominado por la oposición. Republicanos y demócratas se necesitan para gobernar: aquí no existen las mayorías aplastantes.
-Algunos ven en la crisis de Estados Unidos una suerte de decadencia del capitalismo, el sistema económico que prevaleció en el mundo desde la caída del Muro de Berlín. ¿Coincide?
-En la década de 1980 hubo un gran movimiento en favor de la desrregulación de los mercados. La intervención estatal dio un enorme paso hacia atrás para beneficiar la dinámica del sector privado con la idea de que el mercado se iba a autorregular. Dos o tres décadas después queremos volver al pasado. Pero tampoco sabemos si las nuevas instituciones van a beneficiar al sistema. Según pasan los años, el péndulo se mueve de un punto al otro. Con una economía tan deteriorada como la que tenemos, muchos empresarios se oponen al incremento de controles con el argumento de que estos empeorarán la recesión o dificultarán todavía más la recuperación. Por cierto, nadie tiene la certeza de que eso sea realmente así. También desconocemos si la regulación detiene las crisis financieras.
-¿A dónde va el dinero que los inversores no quieren gastar en la Bolsa?
-Compran bonos del Tesoro estadounidense y oro, ya desde hace un par de años. El precio de este metal está por las nubes. También invierten en francos suizos o depositan el dinero en bancos de Suiza porque este país europeo no está en la Eurozona. O lo llevan a Japón, hasta el punto de que políticos de estas naciones están empezando a temer que el movimiento de dinero genere otra burbuja financiera incontrolable. Otros inversores colocan su dinero en mercados emergentes como Brasil, China e India. Y muchos ahorristas pequeños, muchos más de los que imaginamos, están simplemente guardando sus billetes debajo del colchón.
-¿En serio?
-Los bancos han dejado de pagar intereses por los depósitos o la tasa de interés es tan irrelevante que no genera ninguna renta. Lo sorprendente es que algunos bancos han comenzado a cobrar una comisión sobre el dinero depositado en cuentas de grandes clientes. Creo que no estamos lejos del momento en que las entidades comenzarán a hacer lo mismo respecto de los pequeños ahorristas. Y cuando eso suceda, más gente pondrá sus fondos debajo del colchón porque, claro, aquello resulta inconcebible.
-Suena como un "salvemos lo poco que nos queda".
-Es una situación especialmente difícil para la "Baby Boom Generation" (los nacidos después de la Segunda Guerra Mundial), que en este momento tiene 60 años o más y que está próxima a la jubilación. Esta gente trabajó toda su vida para tener un buen pasar durante la vejez y, cuando el retiro está cerca, resulta que perdió mucho dinero en la crisis de 2008, que no pueden vivir con lo que recibirán del sistema de pensiones, que la salud es costosísima, y que las casas que compraron como inversión ahora valen entre un tercio y la mitad de lo que las pagaron. El mediano plazo se presenta terrible para ellos.